2006/06/18

España en manos de dementes

El nuevo estatuto de Cataluña ha sido aprobado hoy por 3 y pico de cada 10 votantes. Ése es el porcentaje de quienes en Cataluña han mostrado su conformidad a la disolución de la nación española y la abrogación de facto de la Constitución de 1978, operación que buena parte de la opinión pública considera el primer capítulo formal de la rendición del estado de derecho al terrorismo etarra. Con ese miserable resultado se deshace la tan admirada España de la Transición. El evidente abismo que abre entre lo técnicamente legal y lo moralmente legítimo debería hacer temblar a cualquier responsable político que estuviera en su sano juicio, pero aparentemente no es el caso de Rodríguez y sus socios nacionalistas, que insisten en hablar de triunfos y victorias para nuestra democracia y nuestro futuro. Y ello a pesar de que hace bien poco se mencionó la posibilidad de instituir unos mínimos de participación para validar esta clase de consultas.

Si da lo mismo ocho que ochenta, si en estas horas no hemos oído de quienes nos gobiernan -es un decir- la menor expresión de inquietud o cautela, es que estamos en manos de dementes, en el mejor de los casos; de delincuentes, en el peor. Vienen a la memoria las siguientes reflexiones de Eric Voegelin en el capítulo VI de su
The New Science of Politics, que dejamos a la consideración del lector con sólo dos notas previas: a) que Voegelin llama "gnóstico" a lo propio de las ideologías políticas que, hablando para entendernos, se proponen instaurar el cielo en la tierra caiga quien caiga por el camino, y b) que, aunque parezca mentira, Voegelin escribía en 1951, y no se le atribuyen facultades adivinatorias de la situación española en 2006.

En la ética clásica y cristiana, la primera de las virtudes morales es la sophia o prudentia, porque sin una comprensión adecuada de la estructura de la realidad, incluida la conditio humana, la acción moral con una coordinación racional de medios y fines apenas resulta posible. En el mundo de sueños gnóstico, por el contrario, no reconocer la realidad es el primer principio. En consecuencia, tipos de acción que en el mundo real se considerarían moralmente extraviados por los efectos reales que producirán, se considerarán morales en el mundo de los sueños porque pretendían un efecto totalmente diferente. La brecha entre el efecto pretendido y el efecto real no se imputará a la inmoralidad gnóstica de hacer caso omiso de la estructura de la realidad, sino a la inmoralidad de alguna otra persona o sociedad que no se comporte como se debería comportar según la concepción soñada de causa y efecto. La interpretación del extravío moral como moralidad, y de las virtudes de sophia y prudentia como inmoralidad, es una confusión difícil de desenmarañar. No facilita las cosas la proclividad de los soñadores a estigmatizar el intento de clarificación crítica como empresa inmoral. Es un hecho que prácticamente todo gran pensador político que haya reconocido la estructura de la realidad, desde Maquiavelo hasta ahora, ha sido tachado de inmoralista por los intelectuales gnósticos; por no aludir a ese juego de salón, tan querido de la izquierda, de tildar de fascistas a Platón y Aristóteles. La dificultad teórica, por lo tanto, se agrava por problemas personales. Y no cabe la menor duda de que el continuo bombardeo gnóstico de vituperios contra la ciencia política en el sentido crítico ha afectado seriamente a la calidad del debate público sobre los problemas políticos contemporáneos.

La identificación del sueño con la realidad como cuestión de principio acarrea resultados prácticos que podrán parecer extraños, pero que apenas cabe considerar sorprendentes. La exploración crítica de causa y efecto en la historia se prohíbe; y consecuentemente, la coordinación racional de medios y fines en la política es imposible. Las sociedades gnósticas y sus líderes detectarán peligros a su existencia cuando éstos surjan, pero a esos peligros no se responderá con acciones apropiadas en el mundo de la realidad. Más bien se responderá con operaciones mágicas en el mundo de los sueños, tales como desaprobación, condena moral, declaraciones de intenciones, resoluciones, apelaciones a la opinión de la humanidad, demonización de los enemigos como agresores, ilegalización de la guerra, propaganda de la paz mundial y el gobierno mundial, etc. La corrupción intelectual y moral que se expresa en la suma de tales operaciones mágicas puede tender sobre una sociedad la atmósfera anormal y fantasmal de un asilo de dementes, tal cual la estamos experimentando en la crisis de Occidente.

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2 Comments:

At 2:01 p. m., Anonymous Anónimo said...

Espléndido artículo. Gracias.
Como recuerdo de una escuálida concentración a favor de Dinamarca, le envío una oración de un insigne danés: " Si no existiera una conciencia eterna en el hombre, si como fundamento de todas las cosas se encontrase sólo una fuerza salvaje y desenfrenada que retorciéndose en oscuras pasiones generase todo, tanto lo grandioso como lo insignificante, si un abismo sin fondo, imposible de colmar, se ocultase detrás de todo, ¿qué otra cosa podría ser la existencia sino desesperación? Y si así fuera, si no existiera un vínculo sagrado que mantuviese la unión de la humanidad, si las generaciones se sucediesen unas a otras del mismo modo que renueva el bosque sus hojas, si una generación continuase a la otra del mismo modo que de árbol a árbol continúa un pájaro el canto de otro, si las generaciones pasaran por este mundo como las naves pasan por el mar, como el huracán atraviesa el desierto: actos inconscientes y estériles; si un eterno olvido siempre voraz hiciera presa en todo y no existiera un poder capaz de arrancarle el botín, ¡cuán vacía y desconsolada no sería la existencia!

 
At 3:27 p. m., Blogger Martinito said...

Gracias a usted, lector amable, por traer aquí las palabras del incomparable maestro a quien ya este blog señaló como la gloria de Dinamarca. Añadamos que son las palabras con que se inicia el "Panegírico de Abraham" en la obra de Kierkegaard Temor y temblor. ¿Cómo podríamos hacer que los españoles le leyeran?

 

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