2006/02/22

¿Pero quiénes son víctimas del terrorismo?

Teníamos comenzada la redacción de esta entrada cuando encontramos un artículo de Pío Moa en el mismo sentido, de lo que nos felicitamos.

Es un hecho cierto que la corrupción moral de una sociedad empieza siempre por la corrupción del lenguaje. A ello estamos asistiendo profusamente en la España de hoy.

Hablemos, pues, con la claridad que exigen la ética más elemental y el más elemental sentido común.

Víctima del terrorismo es el que muere o es herido en un atentado terrorista.

Víctima del terrorismo es quien pierde a familiares o amigos en un atentado terrorista.

Pero:

Víctima del terrorismo es quien se ve sometido a extorsión ("impuesto revolucionario") por organizaciones terroristas, pague o no.

Víctima del terrorismo es quien tiene que emigrar huyendo de la amenaza terrorista.

Víctima del terrorismo es quien no puede ejercer sus derechos y libertades por miedo a la represalia terrorista.

Víctima del terrorismo es quien libremente renuncia a actuar como debe para someterse al chantaje terrorista.

En consecuencia:

Victimas del terrorismo vienen siendo en España desde hace muchos años un número incalculable de ciudadanos del País Vasco y Navarra, que no hablan ni hablarán mientras los poderes públicos no garanticen plenamente su seguridad aniquilando el poder paralelo de los terroristas.

Víctimas del terrorismo, aunque no inocentes sino culpables, son esos mismos poderes públicos que traicionan sus responsabilidades.

Víctimas del terrorismo son aquellos que teniendo capacidad de influir en la opinión pública se autocensuran para no atraer sobre sí la violencia terrorista.

Víctimas del terrorismo acabamos siendo todos moralmente cuando llegamos a "comprender las razones" del terrorismo, y políticamente cuando sin nuestro consentimiento se alteran nuestras normas de convivencia para satisfacer las demandas de los terroristas ("la paz").

Ya nadie lleva la cuenta de los atentados que se suceden en Iraq, y no por obra de ninguna "resistencia" patriótica sino del terrorismo islámico. Sin embargo, una y otra vez la población iraquí ha acudido en masa a las urnas, a cara descubierta y sabiendo que al hacerlo se jugaba la vida. Es que esa población, en gran medida pobre y analfabeta, no quiere ser víctima viva del terrorismo.

Lo escribimos aquí y lo repetimos: la alternativa no es entre guerra y paz, ni a escala local ni a escala internacional; la alternativa es entre libertad y servidumbre, entre vida digna e indigna. ¿No quiere esta generación encontrarse en el dilema en que se encontraron otras? Claro; las otras tampoco lo quisieron.

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