De paseo por la red: Teherán-Madrid-Caracas
Dijo la morsa: –Ya llegó el momento
de que empiece a contaros algún cuento.
¿De zapatos... de lacre... de vapores...
de repollos... de reyes... de tambores?...
¿Por qué el mar está hirviente?...
¿Si ver cerdos con alas es corriente?...
Por ejemplo el cuento de aquel gran libertador revolucionario que tuvo por mentor a un ilustre neonazi,
el cual fue también su biógrafo ("Caudillo, ejército, pueblo: la Venezuela del comandante Chávez")
y autor de otras lindas obras
("La conquista del imperio americano: el poder judío en occidente y oriente"; "Caracas, Buenos Aires, Jerusalén: tres ensayos geopolíticos"; "La 'cuestión judía' en América del Sur")
que constituían el 66,6 por ciento del catálogo de publicaciones de un eminente centro de investigación madrileño, el famoso Instituto de Estudios Hispano Árabe Al-Andalus.
Como a todos los grandes hombres, no le faltaron al caudillo pérfidos detractores:
En el Larousse Ilustrado
figura con precisión
que tú, militar bufón,
tiraste un golpe de estado.
Por suerte, fue fracasado:
la patria no estaba lista
para seguirte, arribista,
en tu malsana intención.
Entonces dinos, guevón:
¿Quién carajo es el golpista?
Que le calumniaban sin fundamento:
Para perpetrar tus planes,
cometiste la bajeza
de llenar a PDVSA
de extranjeros musulmanes.
Pero el peor de tus desmanes,
mentiroso estafador,
fue violentar el honor
de nuestros nobles soldados
infiltrándole cubanos.
Dime, ¿Quién es el traidor?
con el único designio de frustrar sus benéficos proyectos.
Pero sabios visires le ayudaban a desvelar a los aviesos saboteadores, y también en el exterior supo hacerse buenos amigos,
de los cuales vinieron a hacerse amigos a su vez otros nuevos, deseosos de apoyar sus afanes
para que sus súbditos fueran aún más felices.
Él, como bien nacido, todo lo agradecía, y el pueblo aplaudía la lealtad de su jefe.
Tanta virtud no pasó inadvertida de reyes y príncipes,
y vino a ser un rayo de luz para gastadas naciones
que cifraron en él sus esperanzas de vender otra cosa que alcaparras.
Falleció entretanto, ¡triste vida!, su primer consejero; y buscaba el magnánimo consuelo a su dolor en la práctica de las artes cuando quiso la benévola fortuna que otro llegara para sucederle, con menos años pero no menores prendas: estratega brillante y aplicado analista de la modernidad, que ya ha sabido corresponder con nobles frutos al espléndido mecenazgo.
-¡Delicioso paseo, oh ostras mías! *
* A la memoria de Miguel Orts Ramos, admirable traductor de "La morsa y el carpintero".
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