2005/12/30

El cerdo, enemigo público número 1 en Montparnasse


Yo sé que a mi especie le aguarda un destino muy noble en la defensa de la libertad de Europa, pero esto, la verdad, no me lo esperaba.

La sopa, más bien olla o pote por lo espesa y sustanciosa, se prepara con panceta ahumada, oreja, manitas y rabo de cerdo, cebollas, zanahorias, nabos, patatas, puerros, apio y sal gorda; todo hervido despacito, con cariño. Se sirve en tazón, con servilleta de papel, ración de pan y vaso de vino; de postre, queso, clementinas y café. Después se reparte ropa. Pero el postre y la ropa, sólo para el que previamente haya comido de la olla.

Así ayuda la asociación SDF (Solidarité des Français) a los sin techo de París: los jueves, en Montparnasse, la soupe au cochon! Llevan meses haciéndolo.

¿Y por qué no sopa de pollo? ¿De vaca? ¿De cordero? ¿De codorniz?

Pues por lo que ustedes ya sospechan, y encontrarán perfectamente explicado en el sitio de la SDF: porque antes no era pecado que la caridad empezase en casa, y porque los sin techo de París suelen ser tan franceses como la Torre Eiffel. O sea, acción positiva. Y en la Francia de mon ami Chirac la acción positiva para franceses es un racismo intolerable. Así cuenta Odile Bonnivard lo que pasó:

Jueves 15 de diciembre, 20h30: somos muy esperados.
Pero no sólo por nuestros amigos sin techo: ¡por todas partes coches, policías de uniforme y de paisano!
Al llegar me cruzo con un pelotón de unos 25 policías, muchos disfrazados de Robocop, ocupados en interrogar a Roger delante de su camioneta. Los adelanto y aparco más lejos; buena idea: las fuerzas del orden están buscando una olla de sopa de cerdo. Justamente hoy, y al revés que el jueves pasado, el cuerpo del delito no va en la camioneta sino en mi coche.
¡Ya lo creo que buscan! Registro metódico de la camioneta: “¡Por aquí parece que huele a cerdo!” “¿No tiene usted nada que declarar?” “Aunque sea una corteza, venga, diga...” “¿Dónde está esa sopa de cerdo?”
Roger, angelical; la sopa, aparcada más lejos; los sin techo, apiñados delante de la estación, cantando a voz en grito: “¡Tenemos hambre, tenemos hambre!”.
Somos lo menos cincuenta, entre los sin techo y los voluntarios, esperando delante de la estación que la policía reciba órdenes de arriba. Llega la decisión: OK al reparto de ropa, y punto. Nada más. Y aquí no, más allá..., junto a la camioneta. Y nada de ir solos, nos acompañan.
So pretexto de acompañamiento, henos aquí cercados y sin podernos mover; algunos de nuestros amigos sin techo vienen por su propia voluntad a encerrarse con nuestro grupo, que a continuación es deportado hacia el sector elegido por las autoridades.
Se hace el reparto de ropa. La cuestión es: ¿qué hacer con la sopa? Breve y discreto conciliábulo, todos de acuerdo, ¡se reparte! ¿Pero cómo llegar hasta el coche y la olla? Entonces es el auténtico juego de manos: delante de las narices de la policía, la llave del coche va pasando de mano en mano, hasta la de dos jóvenes camaradas que quedaron fuera del cerco de los Robocops.
Al instante el coche se coloca delante de la camioneta, al instante se sacan la olla y el cucharón, ¡¡al instante se nos echan encima los policías! Uno de ellos con una cámara en acción.
Policía por el móvil: “¡Jefe, jefe, tenemos la sopa de cerdo, está aquí, la tenemos!”
Los voluntarios se sublevan: “¿Pero cómo, es que nos van a impedir que demos de comer a nuestros amigos?” “Son órdenes.” Y conseguimos enterarnos de que ha sido el prefecto de París el que ha dado la orden abyecta de dejar sin cenar esta noche a personas que tienen hambre y que duermen en la calle.
Los sin techo muestran una actitud ejemplar que no olvidaremos fácilmente: permanecen a nuestro lado, hacen piña con nosotros y algunos desafían a la policía. Se entona La Marsellesa... Los policías están francamente incómodos.
Transeúntes estupefactos: “¿Pero qué pasa?” “¡Que no nos dejan darles la sopa a los sin techo!” “¡Están locos! Que se vayan a la
banlieue, que todavía hay coches ardiendo...”
Imposible servir la sopa. La policía intenta apoderarse de la olla.
¿Dejar que se lleven la olla? ¡JAMÁS! ¡¡La sopa de cerdo muere, pero no se rinde!!
¡En un instante aquello empieza a parecer una manifestación de agricultores enfurecidos! Sólo que aquí lo que vuela por los aires no son alcachofas sino lonchas de tocino, zanahorias y todo lo demás, que acaba decorando el bello azul marino de los uniformes (...).
Un chorizo enorme (de kilo y medio lo menos) aterriza en pleno torso de un Robocop que en su vida había visto cosa igual.
Era de suponer que nos tomaran declaración, pero no. (...) “Comprendan que contra ustedes no tenemos nada”, dicen quitándose tocino de la cazadora.
Nos quedamos un momento con nuestros sin techo: la mar de animados que están... Cita para el jueves siguiente: allí estarán, mismo día y hora, sólo que en otro sitio. Y será una sopa de cerdo, por supuesto, pero mejorada por ser Navidad: les vamos a mimar, de eso están seguros (...).


El reportaje con fotos, aquí. Y el del jueves siguiente, con civet de jabalí y cerditos de mazapán, aquí.

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